¿ Cómo sabes que eres incapaz de dibujar bien? ¿ Cómo sabes que no se te da bien hablar en público? ¿ Cómo sabes que nunca podrás correr un maratón? ¿ Cómo sabes que eres torpe para las matemáticas? Y así un largo etcétera.
Aunque parezca mentira, nos hablamos así muchas veces: nunca, incapaz, imposible, se que no puedo, soy malo para, bla, bla, bla, bla… Y así nos creamos nuestros propios límites. Y así nos creemos nuestras propias excusas. Y así limitamos nuestras propia existencia.
Es como vernos a nosotros mismos al otro lado de una puerta, mirándonos a través del ojo de la cerradura. Sólo vemos una parte del todo. La que conocemos y hemos estado creando con nuestras experiencias y nuestros aprendizajes hasta hoy. Sólo hasta hoy. No a partir de este momento. A través de la mirilla vemos esas experiencias que no nos fueron gratas ( un mal dibujo, un suspenso en un examen, un intento fallido de comenzar a hacer deporte, etc) y nos creemos en el derecho de etiquetarnos como malos en eso.
Nada más lejos de la realidad. Abramos la puerta y veamos con otros ojos esas experiencias. Veamos como fueron experiencias de aprendizaje. Creamos que si seguimos intentándolo no habrá nada que nos pare. Nadie nace siendo experto en nada.
Abramos la puerta y cuando nos estemos juzgando como incapaces hagámonos la gran pregunta:
¿ Cómo se que lo se?
Y que el deseo de superación y la dedicación nos respondan.
Si queremos conseguir algo, soltemos los frenos, dejemos de mirar por el ojo de la cerradura. No hay nada que no podamos alcanzar cuando creemos en nosotros mismos.